“Uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer un tipo
que un día fue feliz”
Yo
creo haber conocido a ese tipo al que hace referencia la letra de la canción de
J.M. Serrat.
Y
fue hace apenas unos días en éstos días en que el famoso Covid 19 parece querer
retroceder. Lo vi caminando cansinamente, esa manera de andar tranquila, de
alguien que ya ha caminado antes, mucho antes esas calles de la ciudad que,
antes mucho antes lo adoptó como un ciudadano mas, ¡casi como un NyC!
“Subía la Belgrano!”. Esta expresión
solo puede ser de un NyC en San Salvador de Jujuy. De vez en cuando se detenía
frente a alguna vidriera y parece que miraba zapatillas, aunque también se
detuvo en una “jeaneria”, que está justo al lado de la óptica en la cual solía
revelar sus fotografías. Y justamente llevaba una bolsita (quizás con copias)
con el logo de la óptica. Mientras caminaba miraba una o dos cuadras arriba,
identificando edificios a los cuales entró seguramente en muy diversas
circunstancias: laborales algunas, de compromiso otras, de visita protocolar
otras y asi podría citar muchas mas. Las cuales seguramente estaría recordando
en esos instantes. Cuando de repente cruzó de vereda, y fue directamente a un
bar, ya un ícono en la mañana jujeña ubicado en la entrada de una galería
tradicional de la capital de la provincia. Antes de ubicarse en una mesa de la
“veredita”, entró y casi a los gritos, saludó al mozo a la vez que le hacia el
pedido alcancé a escuchar: “César paso
al baño antes, ¡no dejes que “me roben la mesa!”.
Yo
hice un alto y me senté en un banco que está justo en la vereda de enfrente,
mientras pensaba: ¡éste es el conocido
del amigo del tipo de mi calle!
Yo
me entretuve mirando otras cosas, y cuando miré hacia el bar El ya estaba
sentado frente a una taza de café, y logré ver que estaba acompañado de una
medialuna. Al lado de la misma se veía la bolsita de la cual, antes de tomar un
primer sorbo del café, sacó
evidentemente una gran cantidad de fotografías que parecía un enorme mazo de
cartas de póquer y, que mirando una a una detenidamente tomaba su café, ¿o
era un té? De repente me acordé de lo mio, me levanté y recordando de nuevo a
Serrat –Uds. saben que soy un fan- fui a ocuparme “de mis asuntos”.
Casi una hora después yo bajaba la
Belgrano, siempre por la vereda de enfrente, miré hacia la “veredita” de la
confitería (de repente me acordé que se supo llamar Pocote!) y ahí estaba, pero
acompañado ésta vez por lo que parecía ser un viejo amigo: “setentón” como Él,
y entre las dos sillas parado estaba el mozo hablando animadamente con ellos,
muy sonriente, con esas sonrisas que parecen haber sido sostenidas durante
varios minutos, y que uno se atreve a
reconocer como sonrisa producto de un anecdotario de esos amigos, de otras
épocas. De aquellos días en que, ¡ese
tipo conocido del amigo de uno de mi calle… pero ésta vez con su amigo de
antaño fueron felices! Esto lo digo con un convencimiento tal que podría
apostar a cualquier buen observador:
“Doble contra sencillo!”
NyC: nacido y criado…